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SANADO DE CÁNCER CEREBRAL PARA SEGUIR PREDICANDO A LOS HUÉRFANOS

Los padres de Jason Ong asumieron que terminaría en la cárcel o muerto porque era un joven rebelde, que peleaba y a menudo se metía en problemas. Pero Dios tenía otros planes y propósitos para su vida, incluso cuando enfrentó tumores cerebrales.

Jason conoció al único Dios vivo verdadero cuando su padre estaba muriendo. Junto a la cama de su padre, Jason oró a casi todos los dioses de los que había oído hablar y no pasó nada. Pero cuando invocó el poderoso nombre de Jesús, su padre abrió los ojos.

“Habrá alguien vestido de blanco. Él extenderá su mano hacia  ti, así que puedes tomar su mano y seguirlo, y estarás a salvo”, le dijo a su papá mientras sus ojos estaban abiertos. Jason no sabía lo que estaba diciendo, pero su padre cerró los ojos y murió pacíficamente. Más tarde, Jason se dio cuenta de que había hablado proféticamente, y el Buen Pastor, Jesús, le había abierto la puerta del cielo a su padre.

Jason comenzó a ir a una iglesia cristiana. Tiempo después se bautizó y contrajo matrimonio con Judith. Dos años después, comenzó a experimentar mareos y dolor de cabeza, por lo que fue al médico. El diagnóstico: un tumor cerebral extremadamente raro. Era tan raro que no existían medicamentos ni protocolos de tratamiento. El cirujano extrajo el 90%, dejando los nervios ópticos y la arteria principal con un vestigio del tumor para que aún pudiera ver, comer y no morir por una arteria rota. 

Era 2004. El médico le dijo a Jason que le quedaban seis meses de vida. La noticia fue desalentadora, pero Jason y Judith decidieron aprovecharla al máximo. Decidieron dedicar el 100% de sus esfuerzos al servicio del Señor. Lanzaron un negocio de venta ambulante de alimentos, trabajando 12 horas al día, con ganancias destinadas a orfanatos en Indonesia, Malasia, Pakistán, Myanmar y Filipinas. Las ganancias del negocio les permitieron contribuir al cuidado de 600 niños.

Después de seis meses, Jason apareció fue a ver al médico. Este se sorprendió al ver a Jason con vida. En 2007, el cáncer volvió a estallar. Su nuevo médico dijo que era absolutamente necesario extirpar todas las áreas afectadas, incluidos los nervios de la boca y los ojos. Estaría ciego. Se alimentaría a través de un tubo y no podría hablar.

Jason rechazó la cirugía. Necesitaba hablar porque el propósito de su vida era predicar en los orfanatos a los niños acerca de las Buenas Nuevas de Jesús. Él prefería morir antes que perder su capacidad de predicar. El médico le dijo: “No es necesario que regreses. Vas a morir. El cáncer eventualmente hará que su cerebro colapse”. Y Jason continuó visitando orfanatos con su esposa y predicando. “Aunque voy a morir, todavía elijo estar de pie y decir que Dios es bueno. Todavía elijo decir: Jesús es mi Señor”, pensó en aquel momento.

En 2014, Jason sintió que iba a morir. Estaba postrado en cama y parcialmente paralizado. “Jesús, iré a casa”, declaró. Pero una noche, Jesús le habló en un sueño: “Yo te doy sanidad”. Días después, llamó a un médico cristiano. Se hizo nuevos estudios y este le propuso otro tipo de cirugía. Salvaría el nervio del ojo, el nervio de la voz y la arteria. El médico tenía certeza que Dios lo ayudaría.

“Es asombroso que todavía puedas hablar y sentarte frente a mí porque, al mirar tus resultados, los tumores han crecido del tamaño de dos huevos”, le dijo el médico. “Uno en el cerebro y otro fuera del cráneo. Deberías haber entrado en coma o sufrir derrame cerebral. El hecho de que sigas vivo y hablándome ya es un milagro”.

Cuando Jason se despertó de la cirugía, sintió un dolor intenso, no podía ver ni respirar. “Creo que no voy a lograrlo”, le dijo a Judith. A la medianoche, Jesús volvió a Jason. “Esta vez su presencia fue tan fuerte. Fue tan sagrado, tan asombroso”, recuerda. “Aunque sabemos que somos salvos por Su gracia y amor, todavía nos sentimos tan pequeños, todavía nos sentimos tan indignos porque Él es tan maravilloso y tan santo”.

Jesús insufló nueva vida en sus fosas nasales. Cuando Jason se despertó a la mañana siguiente, vio a su esposa durmiendo en el sofá. ¡Se dio cuenta de que podía ver! Se levantó de la cama, intentó caminar y no experimentó ningún mareo. Decidió ir al baño y darse una ducha. Mientras se duchaba, escuchó una conmoción afuera. La enfermera había entrado y, al verlo desaparecer, dio la alarma de que faltaba un paciente.

“¿Qué paciente falta?”, Jason preguntó cuando salió de la ducha. Todos estaban asombrados. Pronto, fue dado de alta del hospital. “Nunca había visto a un paciente recuperarse tan rápido”, les dijo el médico. Desde el punto de vista médico, todavía existe la posibilidad de que Jason pueda recaer, pero está apoyado en las promesas de Dios, sirviendo a los demás con cada gramo de fuerza que el Señor proporciona.

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Fuente: Impacto Evangelístico

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